La Santísima Trinidad de lo “puertorriqueño”

Cultura

En la víspera de la celebración del supuesto “descubrimiento” de América, siempre se apodera un sentimiento particular ante el menosprecio, implícito y a veces no tan implícito, de lo que nos constituye como puertorriqueños. Después de casi 520 años de colonia y conquista, portamos con mucho orgullo la marca del carimbo esencialista de la santísima trinidad.

En nombre del indio, del español y del africano: puertorriqueño. No es casualidad que provoque un gran dolor, las historias de colegas contemporáneos en sus andanzas con la Santa Inquisición de la Academia. En algún momento del camino, de nuestra formación intelectual, nos internalizamos el supuesto de que la época de los universales había caducado. Como una especie de bestia moribunda, aún tiene mucho poder y arraigo en el seno de lo académico. No empecé a los grandes debates filosóficos pos-estructurales y posmodernos, los trabajos históricos de much@s, los últimos hallazgos dentro de la arqueología y la antropología, todavía no se ha trascendido de la identidad tri-cultural del monolito de lo puertorriqueño.

Me interesa compartir el trabajo de tres colegas, pues los tres a su manera han subvertido los entendimientos clásicos de la identidad cultural monolítica en América. Reniel Rodríguez Ramos (2010) en su libro Rethinking Puerto Ricos Pre-colonial history, presenta un panorama muy distinto al discurso oficial de los libros de historia y los entendidos básicos de los cuerpos de conocimiento dentro de la Arqueología y Antropología sobre las culturas pre-colombinas en Puerto Rico y el Caribe. Aún con evidencia, con su respectivo rigor científico, es motivo de burla y descrédito en ámbitos académicos locales, mientras es motivo de respeto y admiración en foros internacionales.

De la misma manera, Jaime Pagán Jiménez, tiene varias publicaciones, desde la paleoetnobotánica, que trastocan los entendidos clásicos de nuestros orígenes agrícolas y nuestros hábitos alimenticios. También es reconocido internacionalmente por su método de starch grain analyses, al poner en evidencia los hábitos alimenticios de los habitantes pre-colombinos y todo lo que se desprende de dicho análisis.  Por ejemplo, dependiendo del tipo de alimento, el mismo pone en evidencia, o no, si se trabajaba la agricultura.  Finalmente, Ivette Chiclana, con su trabajo etnográfico, puso en evidencia la influencia y presencia africana en la sociedad mexicana. Sus hallazgos, ponen en evidencia que lo mexicano va mucho más allá del entendido clásico español-indígena. El tiempo le ha dado la razón y lo que fue ridiculizado, ahora está cogiendo fuerza en círculos académicos de antropología y etnografía en América.

¿Por qué hablar de esto? En estos tiempos, cada vez son menos los espacios de diálogo. Desafortunadamente, como dice el refrán, nadie es profeta en su propia tierra. Los trabajos de estos tres colegas, les ha costado mucho sacrificio. A su vez, han tenido que trabajar en contra del cinismo y sarcasmo que provocan sus investigaciones. Generan un malestar. Por ejemplo, el mero hecho, que popularmente se entiende que lo indígena se erradicó, que quedó extinto, demuestra el gran poder que tiene la historia para consolidar identidades. Más aún, que se considere como absurdo que lo español también trae consigo lo “africano” atesta el poder de la santísima trinidad. Esto es sin entrar en el detalle que todo lo “africano” se cree que es lo mismo; porque como muy bien se sabe, no todo lo que es negro es morcilla.

Las complejidades de nuestra hibridez cultural, quizás, se ve reflejado en nuestra compleja identidad. En ese espectro de ser o no ser, se genera un proceso de confusión muy parecido al sujeto del colonizado de Franz Fanon. La consolidación de identidades, a partir de la conquista de América, ha generado lo que Martín Barbero describe como la cultura del silencio. En ella se constituye una subjetividad con un inconsciente conquistado con su respectivo bagaje.  ¿A quién emulamos? ¿Queremos ser como quién? ¿A qué aspiramos? ¿Cómo nos vemos? Todas son preguntas medulares, dependiendo de su respuesta, creemos que tenemos ciertas capacidades o nos faltan capacidades. Entendiendo nuestra identidad cultural, desde su hibridez, nos puede ayudar a entendernos a nosotros mismos de otra manera. Nos vemos reflejado en nuestra historia. Aprendemos de nosotros mismos al vernos reflejado en el otro. Como el concepto sur africano, soy porque eres. Somos mucho más que español, indio y africano, pero no somos el todo ni   tampoco somos la nada...