El arte humanizado

Cultura

altHumanitario y amoroso, el arte posee la virtud de ser alcanzable por todos. Dicha potencia energética lo aproxima a la persona que sienta la urgencia creativa que es, en todas sus fases, transformadora.

Al ser humano como presencia cabal le es innato el impulso creador que le permite revelarse a sí mismo su propio proceso de vida y conciencia. Y algunos hacemos de esta fuerza de inagotable humanidad nuestra biografía. Así, debiera ser innegable que, a igual naturaleza y semejanza que cualquier persona con vocación y pasión por su trabajo puede, en un contexto generalizado y con sus consabidas excepciones, vivir de su inspiración existencial, los seres que tienen el arte como su aliento e historia personal tuvieran la certeza, el derecho y el merecimiento de vivir de su vehemente esencia. Esto, sin verse impelidos a buscar subterfugios artificiales disímiles a su inclinación para poder supervivir y que su pasión se convierta solo en un juego a deshoras.

No obstante, la realidad puede apartarse de lo que se entiende propicio. Ahora bien. ¿Es cuestión de resumir este asunto a un argumento pecuniario en la que los que no podemos sustentarnos económicamente mediante el arte, por falta de remuneración, de pago justo o de trabajo, debemos asumir otros roles profesionales ante la imposibilidad de dedicarnos por completo a nuestra expresión artística? El arte, por su sensibilidad, se acerca más al trueque y la colaboración. Y así actuamos muchos de los que nos movemos por estos lares. Pero es indiscutible la importancia de no desligar arte con labor, disciplina y tiempo.

Quizás habría que plantear primero una necesaria reformación y reeducación del pensamiento colectivo que destina las artes a un mero espacio de ocio desvinculado de valor cultural, social y humanista. No ha sido una sola vez con la que me topado con la siguiente pregunta: ¿para qué sirve eso?, refiriéndose la persona que cuestiona a mi vocación.

De este modo, se presenta imperiosa la necesidad de comprometer nuevamente la manifestación artística con la potencia vital. Todo arte es una invitación a actuar, en el significado de accionar, ejecutar, hacer, generándose una acción compartida inherente a los arquetipos humanos universales (representaciones modelos de la realidad de carácter colectivo y simbólico). Ahí es donde sujeto y sociedad se comprenden, se autogestionan y se relacionan en el proceso de significación (‘yo soy’) y reestructuración (‘yo quiero/puedo ser’).

Por otra parte, considerar nuestra inherente simbiosis con el arte, humanizarlo más si cabe, reconfigurando la percepción del mismo únicamente como espectáculo, podría surtir como efecto la presteza de incentivar la creación de espacios y propuestas artísticas y estimular los ya existentes, destinando los fondos económicos para ello.

El tema permite un minucioso análisis, y una modificación en las formas de ver, entender y apreciar el arte.