Lo extraordinario en todos

Cultura

altSe da en ocasiones el caso que cuando alguien se aleja de la norma se le confiere el adjetivo anormal en un sentido peyorativo. Entonces dicha palabra pierde su significación de unicidad y singularidad, convirtiendo la descripción en un estado que se debe evitar y, en ciertos casos, juzgar, amenazando con el trato digno y respetuoso que cada persona merece por derecho propio.

De esta forma, los cánones sociales remiten a un supuesto modelo de perfección anclado en parámetros antiguos que desde entonces disponen un prototipo de individuo sujeto a un ejemplar colectivo. Así, se van imbricando realidades que se ajustan a lo que se espera de acuerdo a una normativa social y cultural fijada en un solo patrón de lo que “debe ser”.

Uno de los factores que delimitan las convenciones es la edad. De acuerdo a esta variable se regulan las normas y se estipulan unas prácticas deseadas. En cierto período de la vida todo ser humano tiene que cumplir con determinados preceptos sociales de estatus laboral, económico y familiar para prevenir ser señalado en términos negativos y excluyentes.

Quien se aparte de la regla que implica un estado marital y procreador, además de llevar a cabo una profesión que se adecúe a la pauta, puede encarar el cuestionamiento de la legitimación de su estilo de vida. Y si dicha persona vive además con una condición de salud mental es posible que enfrente retos aún mayores.

Por lo tanto, ¿habría que reformular los paradigmas de manera que al igual que se está reestructurando la percepción de los modelos de familia haya una visión inclusiva en los modos de vida que escoja cada cual?

Recordemos que los fundamentos de la dignidad y el respeto están basados no únicamente en la acción sino en la palabra. Cada vez que se otorga una función despectiva a las letras nuestra habla se convierte en antítesis de la paz y de la justicia social. De este modo, habría que replantear la percepción de lo que se cree “correcto” o “debido” en cuanto a las formas de ejercer la existencia y a su vez la manera de comunicarnos ante lo que nos parece distinto.

Ya que todos nos atengamos a unas pautas de convivencia armoniosas, pacíficas y aferradas a la ley, cada quien debiera ser libre sin temor a serlo de elegir la manera en que se implica en la vida. Encontrar lo extraordinario en el ejercicio existencial de toda persona será finalmente parte esencial del camino hacia la equidad y la fraternidad que se expresa en el Artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.