El fomento de la lectura

Cultura

La sociedad tiene la necesidad de generar lectura por placer. Pero cómo hacerlo cuando adquirir un libro es costoso y en ocasiones no tenemos los espacios adecuados. Para colmo, los jóvenes salen de las escuelas decepcionados con el sistema, llegando a odiar incluso la lectura.

Los beneficios de leer un libro son incalculables, desde aumentar el vocabulario y la concentración hasta disminuir el estrés y el riesgo de padecer alzhéimer. Es por esto que debemos aportar nuestro granito de arena y buscar las formas de fomentar la lectura en las nuevas generaciones.

 Lo primero que hay hacer es crear espacios que fomenten la lectura. Hablamos de un lugar que invite a abrir un libro y perderse entre sus páginas. No es fácil, pero sí es posible. ¿Cómo deben ser esos espacios? Según mi experiencia como lectora y pedagoga, deben tener al menos las siguientes características:

 

  • Ser un espacio acogedor, cómodo, que motive a tirarse al suelo o recostarse en un sillón sin reglas para leer. La luz es importante; mientras más natural, mejor. La decoración, por otro lado, no debe estar cargada con anuncios y láminas insustanciales. Lo ideal sería que las paredes se conviertan en una exposición de pinturas y que se camine entre objetos que causen curiosidad, como si fuera un museo. También debe ser un espacio amplio y organizado.
  • La calidad de los libros, los materiales y el personal es indispensable. Es necesario que quien atienda ese espacio esté capacitado y conozca a cabalidad los libros; que facilite en lugar de obstaculizar los procesos. Los libros, en cambio, deben renovarse. Hay lecturas indispensables en la vida de todo ser humano, literatura esencial que no debe faltar. Pero también apoyar el talento local y las publicaciones de escritores contemporáneos. Eso sí, la calidad literaria no se debe dejar de lado. Seriedad, ante todo.
  • Este espacio debe apoyar las conversaciones en torno al libro. Me refiero a las tertulias literarias o mesas redondas donde se reflexione y se opine sobre la lectura y la escritura. Cabe destacar que no deben ser simples monólogos de una persona, sino un conversatorio de ambas partes donde se acepte la diversidad. Un espacio democrático que respete la libertad de expresión y de análisis. Escuchar sin juzgar. Debatir sin pelear.
  • Continuando con la línea anterior, debe promover actividades dinámicas de desarrollo integral. Ser un espacio holístico donde converjan diversas artes. La idea de que una biblioteca, por ejemplo, siempre debe ser un lugar de silencio hay que dejarla en el pasado. Es importante que se organicen otras actividades como clubes de lectura, mesas de escritores, talleres de manualidades (confeccionar un libro artesanal, por ejemplo) o literarios.

La idea es asegurarnos de que esos espacios destinados al fomento de la lectura den el espacio para ello. Un lugar bien establecido atraerá a la gente. ¿Pero cómo lo hacemos? Además de lo expuesto anteriormente, hay que crear la instancia de que se organicen concursos literarios, competencias de lectura, mesas de diálogo. Por ejemplo: construir en conjunto un libro o revista artesanal. Con esto se rescata la memoria local para documentar parte de la historia común. Los participantes no solo tendrían que adquirir material bibliográfico e investigar, sino que escribir los mitos, las leyendas, los personajes del folclor local. El punto es compartir habilidades, enseñar lo que sabemos. Todo mundo tiene algo que enseñar y que aprender al mismo tiempo.

La lectura se convierte entonces en la herramienta que ayuda a ver y crear el mundo. Los espacios que la fomenten tienen el poder de provocar, incluso, un cambio social. Es hora de que nos preguntemos por qué leemos. Tal vez para darle un significado y razón a nuestro existir a través de la literatura. Recordemos que la lectura es un acto de compartir. El escritor comparte su mundo y el lector lo interpreta según su experiencia. La sociedad necesita mentes creativas, capaces de construir con lo que hay una nueva realidad.

Sin embargo, la familia sigue siendo el ente fundamental para el fomento de la lectura. Es el núcleo afectivo donde se genera el gusto por los libros. Los espacios que creemos deben atraer a todos los miembros de la familia, generar vínculos y participación igualitaria. Lo ideal es que esos espacios comiencen en el hogar, pero ¿cuántos libros tiene una casa en promedio? Los padres son el modelo a seguir para los niños y si ellos no leen, raramente sus hijos crearán el gusto por la lectura.

El sistema educativo también se encarga de alejar al joven de los libros. Tenemos que preguntarnos si en efecto funcionan las lecturas obligatorias. Tal vez lo que hay que cambiar es la pedagogía o los métodos de evaluación. No permitir que el sistema absorba a la futura mente creadora antes de salir de la escuela. Pero nos encontramos con profesores que no leen. ¿Es eso un buen modelo?

La literatura, tanto la lectura como la escritura, es una terapia. Nos ayuda a entender nuestras realidades, a identificarnos y conocer quiénes somos, de dónde venimos. Para muchos es una vía de escape que los hace vivir otra realidad por un momento. Está llena de temas transversales que desarrollan en el lector la reflexión crítica, el pensamiento. Cuando estos temas se pueden comparar con la vida real se convierte en aprendizaje significativo, que en definitiva le hace bien a la persona, a la sociedad, al país. El fomento de la lectura es un tema que nos compete a todos y que, lamentablemente, se está dejando de lado.

¿Qué harás tú para fomentar la lectura en tu hogar y en tu comunidad?