CAPECO, periodismo ciudadano y sociedad de la información

Cultura

altLa noche se apoderó de Puerto Rico. Un sinnúmero de trabajadores, familias, y ciudadanos comunes se encontraban en sus hogares, tranquilamente, como en un día cualquiera. De pronto, surgió lo inesperado: explotó la Caribbean Petroleum Corporation, mejor conocida como CAPECO.

La aportación ciudadana a la cobertura de este evento crecía exponencialmente a través de las redes. Los medios, por su parte, sintieron la urgencia de hermanarse –radio y televisión- para poder informar a un pueblo que necesitaba mantenerse al tanto de dicha situación.

Ahí, en esa gesta, se pudo ver el alcance que tenían los puertorriqueños para dar, hasta cierto punto, información concreta e inmediata mediante vídeos y fotos. En ese ejercicio de periodismo ciudadano, se notó la relevancia de la comunicación como práctica humana y social, pues un conjunto poblacional se unió para dar a conocer los últimos acontecimientos de uno de los mayores desastres ambientales de la Isla. A su vez, los medios institucionalizados se aprovecharon de ello.

Sobre la gran repercusión que tuvo este acontecimiento, Javier Cosme, director de noticias y contenido de WKAQ, explica que “se dio de manera orgánica”. Asimismo, añade que esta urgencia poblacional por conocer lo que sucedía obligó a los medios, como mencionado anteriormente, a encontrarse en un mismo lugar.

“Yo recuerdo que yo llegué al estudio de radio, corriendo. Gente de televisión se conectó a la cabina de radio, porque ya en Hato Rey teníamos esa posibilidad de tener una cámara en el estudio, y se mantuvieron al aire todo el tiempo. Esa cobertura de CAPECO se dio a través de la cadena de radio y por el teléfono entraban los reporteros de televisión. Fue una dualidad tremenda”, aseguró.

Entretanto, al considerar este evento en particular, ¿cuáles han sido los alcances del fenómeno comunicacional al tomar en cuenta su repercusión en la sociedad? ¿Cómo esta relevancia se presenta de cara al mundo tecnológico actual? ¿Cuál es el futuro de los medios de comunicación de masa ante estos avances?

El comunicólogo Dominique Wolton, quien indicó que la dificultad mayor de la comunicación es la polisemia de la palabra y cómo nadie está ajeno al acto mismo expresa que “nadie es ajeno a la comunicación, nadie tiene distancia respecto a ella. Cada uno es parte de la comunicación, ésta no es nunca un objeto neutro, exterior a sí”. Precisamente, por eso entiende que es necesario repensar el ejercicio comunicacional desde el distanciamiento. La importancia radicaría, entonces, en no confundir el avance en la tecnología como un avance en el acto de la comunicación. No obstante, en el caso en discusión, fue el avance tecnológico el que permitió que una gran cantidad de ciudadanos aportaran, de una manera u otra, a los contenidos que se relacionaban a la explosión de CAPECO.

Por otro lado, el sociólogo español Manuel Martín Serrano, interviene en la reflexión cuando señala, en su libro Teoría de la comunicación, que somos criaturas con capacidad crítica. Ese elemento dicta, hasta cierto punto, una característica única de los seres humanos. Sobre sus ideas, lo que más llama la atención para esta discusión es cuando arguye que ha sido necesaria la creación de medios alternos que aumentan la capacidad comunicativa del humano.

“Los hombres han desarrollado tecnologías para aumentar la eficacia de los órganos de expresión, de los canales y de los órganos de recepción: (1) Las impresoras (máquinas de escribir, máquinas tipográficas, etcétera) son instrumentos tecnológicos para multiplicar la producción de expresiones; en este caso, los trazos del texto. (2) El teléfono es un instrumento de traducción de señales acústicas en eléctricas (y viceversa), que proporciona un canal más rápido y de más alcance para la difusión. (3) El aparato para sordos es un instrumento tecnológico de percepción de señales que amplifica la intensidad de la energía”, asegura en su texto.

Al tomar en consideración lo que se postula, se puede asegurar que, en la medida en que ha sido necesaria la creación de nuevas tecnologías para nutrir la comunicación, el humano se ha aprovechado de ellas al nivel de poder participar, activamente, del espacio mediático, en este caso, el periodístico. Eso le ha permitido, entre otras cosas, generar contenidos de provecho que han maximizado la información y, de igual forma, han enriquecido las noticias para ofrecer perspectivas más amplias y concretas de un momento específico.

Entonces, ¿por qué eso ha sido necesario? Sin duda, como reflexionan Armand y Michelle Mattelart en Historia de las teorías de comunicación, la información pone freno a la entropía. La urgencia de conocer lo que pasa en un momento determinado calma el caos, el desenfreno y la vorágine social. Es decir, en la medida en que se aminoren los “ruidos” dentro de la información, será posible progresar y alcanzar un equilibrio social. Así las cosas, no cabe duda de que llegó lo que el estadounidense Norbert Wiener adelantó, la sociedad de la información y el conocimiento. En su texto Cibernética y sociedad nos asegura que “así como la entropía es una medida de desorganización, la información, que suministra un conjunto de mensajes, es una medida de organización”.

En el caso que nos ocupa, ahí se refleja la urgencia por conocer y manejar la información por vías alternas, que permitan actualizar el contenido de manera precisa. De igual forma, los medios institucionalizados hacen lo propio, por ejemplo, al unirse con un fin en común para acaparar y satisfacer las exigencias de la población.

Como consecuencia, pensemos en la disciplina del periodismo, su génesis, su desarrollo y evolución, pero enfoquemos la mirada a los elementos que posibilitan la comunicación masiva. Dennis McQuail ofrece cuatro puntos para que esto surja: una tecnología; la situación política, social, económica y cultural de una sociedad; un conjunto de actividades, funciones o necesidades, y personas, especialmente en tanto constitutivas de grupos, clases o intereses. 

Con esto como eje, el norteamericano riposta que los medios no son únicamente tecnología, porque hay política, economía, cultura y, me atrevo a añadir, sed de equilibrio social, que, en la actualidad, precede a cualquier categoría y elemento formativo de la comunicación masiva. La sociedad vive en un continuo desarraigo del orden y, en esos espacios o recovecos, busca atrapar una pizca de razón y lógica que le permita explicar el cambio constante y la rimbombancia de la cotidianidad. Es en esa vereda donde se encuentran los conjuntos sociales que atrapan el poder de la información en sus manos para crear una logística de la verdad, que, al fin y al cabo, se reproduce en la elaboración de contenidos noticiosos fuera de los espacios mediáticos de renombre.

Rescatemos en esta fórmula social a Dan Gillmor, considerado como el padre del periodismo ciudadano, y repensemos sus postulados cuando expresa que los periodistas tradicionales deben aprender que el periodismo debe ser conversación, pues las comunidades tienen mucho que decir a y aportar. Precisamente, ha sido una tarea a la que se han circunscrito un sinnúmero de individuos con el propósito de ampliar la óptica que los medios de masa exponen primordialmente.

Tal y como se cuestionan Briggs y Burke en De Guttemberg a Internet, ¿existe algo que no sea comunicación? ¿Existe algo del acto que no esté al alcance del ser humano? ¿Hay alguna forma de estar exento del fenómeno comunicacional? Sin opción a refutar, la respuesta es un rotundo “no”. Los efectos que ha tenido la comunicación, desde tiempos inmemoriales, acapara todo. El acto lo es todo dentro de sí y, de esa forma, se extiende hasta socavar los rincones más recónditos del mundo. En la medida en que ha evolucionado, una serie de avances tecnológicos, aunque no conforman el todo del acto comunicativo como exponen Wolton y McQuail, nutren su alcance, por lo que han logrado una repercusión social y humana significativa.

Evidentemente, la relevancia que ha tenido este fenómeno en las colectividades le ha permitido, a un conjunto de individuos, integrarse en modelos concretos y específicos de la comunicación, en este caso, el periodismo de masas, para subsanar vacíos. El empoderamiento de la información, que se ha dado en tiempos recientes con más fervor que antes -y en el caso de CAPECO con mucho ímpetu- dicta las posibilidades que tendrá la comunicación si el papel del periodista tradicional no evoluciona en buena lid de los ciudadanos.

Cervantes, en La Numancia, detalla la historia de un pueblo que, antes de ser derrotado, prefiere practicar un suicidio colectivo. Lo hacían porque reconocían el poder que tenían como conjunto ante la opresión de un invasor que se dispone a cruzar el cerco de los numantinos. Desde otra óptica lo expone René Marqués en Los soles truncos y nos presenta a tres hermanas que son consumidas por las llamas antes de ceder el hogar que, con pasión y firmeza, apreciaban y sentían suyo. Por otro lado, Lope de Vega, en Fuenteovejuna, nos presenta el poder de la complicidad colectiva. Por consiguiente, ¿qué le queda a los medios tradicionales si la evolución de la comunicación favorece el uso de una tecnología a la que puede acceder el vulgo? ¿Vencerán o serán vencidos?