Una travesía de creatividad profunda

Cultura

altHay seres que inspiran confianza, al tiempo que le añaden a esa fórmula un toque de picardía y humanidad que se condensan en un elemento de trascendental importancia para la vida: el arte. Todas estas cualidades se perciben en Ángel Iram Flores Rodríguez, fotógrafo natural de San Lorenzo.

Tal y como asegura, varios ingredientes se compendian a la hora de tomar fotografías y convertirlas en algo artístico, pero, en ese camino, prefiere nutrirse de lo imaginario.

“Me inspiran muchas cosas que observo, pero más las que no puedo ver, lo imposible o poco probable: el querer sentirme liviano y flotar, pensarnos en un mundo lleno de mitología antigua e imaginar al mundo en escenas cinematográficas”, indicó el joven, quien actualmente reside en el barrio Caimito, en San Juan de Puerto Rico.

Añade que su numen recibe la aportación de lo onírico, el plano emocional, la psiquis, la muerte, las sombras, el anacronismo, los recuerdos, el cine y la mitología y asegura que divisa “posibilidades de capturar y crear momentos que, de otra manera no podríamos ver. Me envuelve el sentimiento de querer recordar cada detalle, porque de eso se componen las imágenes”, puntualizó.

Con esto dicho, aclara que su proceso creativo puede ser impredecible, ya que la inspiración le llega al ver una escena específica de alguna película, al entablar cualquier conversación, así como también puede recrear una posible representación gracias a la música. A ello le suma la esencia de las emociones, ya que juegan un papel significativo en el desarrollo de su trabajo.

Entretanto, trae a Ricardo Vargas al panorama, quien es su compañero, curador y parte esencial de su obra. En las fotografías, ambos se contraponen y se encuentran en un solo sentimiento.

“Ricardo representa el contraste entre nuestros cuerpos. Sus apariciones en cada escena son necesarias al momento de materializar el deseo, pues sin él, la fuente de esos caprichos -las fotografías que han sido tomadas-, quizá nunca hubiesen sido logradas de la misma forma, o no hubiesen dicho lo que han dicho hasta ahora”, manifestó.

Ángel Iram entiende que su amado representa la lógica y lo real en oposición a lo impulsivo y onírico.

“Ricardo es en mis fotografías una imagen que seduce por su severidad y cordura. Imagen que creo, es necesaria para balancear el tema de lo surreal; Él está despierto, siempre, en cada foto… y yo le sueño”.

Mientras tanto, al observar con el ojo crítico la fotografía de este joven artista, la mirada particulariza una pieza fundamental, la desnudez, que representa, para el retratista, la libertad.

“Amo estar desnudo, me siento ‘yo’. La representación corporal que trabajo y su permanencia, más que provocar algo en mí, porque es mi cuerpo y lo conozco, estimula al que lo observa; provoca reacciones, contemplación, asco o aprecio. Es importante entendernos como cuerpo y aceptarnos”.

Por otro lado, el samaritano, quien admira a Evgen Bavcar y Phillippe Halsman, aprovechó para indicar que valora la honestidad al momento de enfrentarse a su trabajo.

“Cada comentario es un halago, porque significa que me tomaste en consideración, que te tomaste el tiempo para darle un vistazo a una foto, para escribirme, hasta para darle like. Me gusta mucho saber qué es lo que están viendo, si estamos viendo lo mismo o no, y si avivé algo interno, algo emocional. Es la misma sensación que da estar detrás de la cortina del teatro, escuchando a la gente murmurar. Es emocionante”, acotó.

Esencialmente, la ternura y profundidad de su creatividad proyecta sosiego y emancipación de sentimientos. Esa emoción por lo incierto y deseo constante de un sueño, le abren las puertas al espectador para gozar el aura perspicaz e ingenioso que ilumina los sentidos al apreciar una verdadera obra de arte, sin dudas, las fotografías de Ángel Iram Flores Rodríguez.

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