El “banquete total” y la cultura de corrupción legalizada

Política

Cualquiera que quiera tener un manual explicativo sobre cómo llegamos a un nivel tan bajo en nuestros quehaceres de Estado debe darle una ojeada al libro “Banquete Total--cuando la corrupción dejó de ser ilegal” de Jay Fonseca, un periodista y abogado a quien nadie puede acusar de tener pelos en la lengua. En sus páginas está la historia reciente de Puerto Rico y cómo cada contrato o gestión gubernamental llegó a verse como un botín preciado de cada partido, apartado de cualquier idea de servir al pueblo.

Ya que se concentra en la historia reciente de la Isla, es el Partido Nuevo Progresista (PNP), el que se lleva mayor parte del agua, pero Fonseca es el primero en reconocer que este juego es el resultado de una carrera entre los dos partidos principales por el control de las riendas del Poder, con P mayúscula. El Partido Popular Democrático (PPD) tuvo las riendas del gobierno, las tres ramas y los municipios por 28 años, hasta que perdió las elecciones de 1968. Desde entonces Puerto Rico se convirtió en un país de dos partidos (los otros que han participado a través del tiempo no han hecho mella electoral). Pero, en gran medida, aun cuando ganaba las elecciones el pro-anexionista PNP, la judicatura, especialmente el Tribunal Supremo de Puerto Rico, estaba en manos del PPD, que ha favorecido el status actual territorial de la Isla con los Estados Unidos.

Cuando llegó el momento en que el PNP podía saborear el “banquete total” es que la historia se pone interesante. La frase “banquete total” la toma Fonseca prestada de un líder senatorial que sencillamente rompió todos los corruptómetros, el infame Jorge de Castro Font, quien antes de ser parte del partido estadista militó en las filas del PPD. Fonseca no lo dice, pero De Castro Font se fue del partido estadolibrista cuando la entonces gobernadora Sila Calderón no lo favoreció para presidir la Cámara de Representantes. Luego, como senador PNP, De Castro tuvo control sobre toda la legislación que se discutía en el Senado. Fue en el cuatrienio que Puerto Rico comenzó a caer en una debacle económica, que De Castro predijo que el PNP iba a gozar de un “banquete total” con las elecciones generales.

Pero más que señalar ilegalidades, el arte de Fonseca está en señalar gestiones que legalmente eran válidas pero no éticas. Como cuando señala cómo una Primera Dama comenzó a tener una práctica notarial de proporciones tsunámicas cuando su esposo tuvo acceso al Poder. El banquete total verdadero se dio cuando por primera vez en la historia se pudo seleccionar una mayoría de jueces nombrados por el PNP en el Supremo, convirtiendo el tribunal en un sello de aprobación de cualquier gestión del PNP.

Pero, Fonseca no pretende ser solamente un crítico acérbico de la realidad puertorriqueña. Los que escuchamos sus programas radiales vemos a un periodista que intenta ofrecer soluciones a nuestros problemas como país. Primeramente, condena a la partidocracia que ha regido la Isla por décadas y señala como las prácticas fallidas de gobiernos de ambos partidos han condenado a la Isla a la crisis económica. También discute, pero muy someramente para mi gusto, cómo el Establishment de Puerto Rico ha combatido el cambio y defendido sus privilegios. De especial interés es una sección de 75 soluciones a los problemas de la Isla. Esperemos que el tiempo nos de la dicha de otro libro de Fonseca que nos sirva de manual de lo que hay que cambiar en Puerto Rico.