Sobrevivimos tiempos escabrosos y a tientas donde los ideales levitan en tumultos de abismos. Nuestra gran generación, desde los centenarios a los recién nacidos, alberga en sus manos creadoras y sorprendentes la supervivencia de la especie y la especia, así como el alma definitoria y curtidora que la evolución milenaria rastrea en nuestra humanidad. Entre el recalentamiento planetario y la automatización tecnológica que anda creando autistas funcionales se nos va la vida y el derecho a vivirla en plenitud y bienaventuranza.
Nuestro cerebro milenario se construyó para la sobrevivencia no para la felicidad. Somos nosotros los que tenemos que aprender a ser felices y de paso dejarle en herencia a las generaciones del porvenir esa posibilidad y Derecho Universal.
Felicidad es una decisión vital, un acto de voluntad asombroso que nos templa desde la bondad que fortalece. Nadie egoísta y consumista puede ser feliz. Tan solo se excita y adicta por el olor del poder comprar y adquirir fugazmente. Solo sirviendo en amor, respeto y justicia a la pertinencia y permanencia de la naturaleza, al prójimo cercano o distante, a los seres queridos y hermanables y a su patria geográfica y universal se puede alcanzar la serenidad de vivir, deslumbrante y maravillado y con una imparable e impecable curiosidad lactante que nutre hasta siempre su hambre de aventura y ventura por la vida
Felicidades Alelolais…
Un abrazote pelón
Eric Landrón