Apología al trueque

Economia Solidaria


Recientemente asistí al concierto de fin de año del multiinstrumentista Enrique Cárdenas. Para poder entrar a la actividad debíamos realizar la práctica milenaria del trueque. Así que por cuatro latas de garbanzos tenías vía libre y además podías adquirir un CD. De más está decir que la mesa de entrada se llenó de víveres.

La propuesta resultó renovadora, teniendo en cuenta nuestro rito cotidiano con el dinero y el valor monetario que se le concede a casi todo. Percibiendo la energía que allí se dio, me pregunto si sería posible retomar esa costumbre ancestral de intercambio que produce una prestación de bienes y servicios a cambio de otros sin mediación pecuniaria o cualquier forma de sentido dinerario.

En su concepto micro, o sea, en las relaciones diarias en las que fijamos dicho permute, regresar al trueque sería no únicamente enfrentar de manera creativa la crisis económica sino competir equitativamente en el mercado. Solo valdrían las destrezas y las habilidades de cada quien para generar un producto o servicio que pudiera ofrecerse dentro de un acuerdo preestablecido.

Actividades como el conocido intercambio de regalos en Navidad es una forma de reciprocidad que alienta esta cultura primigenia. De esta manera, acogemos fechas a las que le otorgamos significatividad despojándolas en ciertos momentos de su peso en moneda. Habría que propugnar también ideas originales de obsequios no ligados a un desmedido consumo materialista y sí de mayor trascendencia a nivel emocional.

Dotarle de mayor importancia a lo hecho a mano, a los detalles como una sencilla carta a puño y letra, sería asimismo una revalorización de lo que ahora consideramos como mercancía apropiada para agasajar a otro. Esto, claro, requeriría una reestructuración de los valores sociales. Sin embargo, se puede empezar ya desde la dinámica de nuestro propio hogar.

Por su parte, en cuanto al aspecto macro de esta situación, cabría cuestionarse y analizar de qué forma el trueque podría resultar viable en las prácticas del Estado. Algo que a la luz de la supremacía del capital parecería impracticable e insostenible, ¿realmente lo es?

Habría que indagar en la historia de las sociedades primitivas el sustento de esta actividad que no ha desaparecido y sigue vigente en parte a los lazos cotidianos y por otra a organizaciones y proyectos comunitarios que lo mantienen, pero que tiene todas las posibilidades para intensificarse.


Crédito foto: Skanska Matupplev elser, www.flickr.com