Un futuro brillante

Justicia Social

 

El escándalo político es la herramienta de cambio social y control gubernamental más subestimada de la democracia. La premisa inarticulada de esta aseveración puede resultar sorprendente para algunos. Pero en efecto, esas sacudidas noticiosas que periódicamente conmueven las estructuras del poder, son a veces producto del  diseño. Con esto no se descarta el rol que las impredecibles Moiras juegan en el destino de los elegidos. Simplemente se destaca el hecho de que la experiencia es la maestra de la historia. Acudimos al pasado para aprender conductas útiles. Eventualmente, lo que alguna vez fue fruto del azar, luego se reproduce metódicamente. En esto radica la inteligencia de la mente política. Dicho lo cual, algunas precisiones están en orden.

No cualquier algazara que involucre una figura gubernamental alcanza las dimensiones aquí pensadas. Al menos si de lo que se trata es de describir el uso, de una verdadera arma política. El evento en cuestión tiene que ser uno de tal envergadura como para que pueda estremecer la opinión pública. El escenario más familiar es el del miembro de la elite sorprendido mientras pretendía violar impunemente alguna norma. Pero lo que hace distinta a la situación de marras, de la de la revelación de otros actos ilegales secretos, es la flagrante hipocresía que lo encubre. Al igual que en el caso de la mítica fábula, el rey debe quedar desnudo ante el pueblo. Se trata de un acontecimiento mediático, capaz de producir una disrupción en el equilibrio de fuerzas, que antes garantizaba la hegemonía de sus protagonistas.

Mientras desde más alto colapse la credibilidad de las autoridades concernidas, mayor oportunidad de perfeccionamiento tendrá el sistema político. Pero si la aberración denunciada queda adherida a la nomenclatura de nivel más bajo a la de los responsables, los cambios se traducirán, en reformas meramente cosméticas. Compárese el escándalo del caso Watergate en Estados Unidos con el del caso GAL en España, como los arquetipos correspondientes. De todas formas queda establecido que, presentes las condiciones adecuadas, la crisis resultante del escándalo político puede ser tan o más efectiva que un acto violento para desbancar un gobierno.

Actualmente, una sociedad civil más dinámica está poniendo en práctica este conocimiento para abrir paso a un nuevo paradigma subversivo. La clave reside en que el escándalo se base en la adquisición legítima de evidencia, que sea pertinente y suficiente. La mejor ilustración de cómo opera este mecanismo de fiscalización pública, es mediante el estudio de su aplicación por dos organizaciones cívicas. En 1994 se fundó en el estado de Rajastán en la India, el Mazdoor Kisan Shakty Sangathan (MKSS). El nombre alude al derecho a tener acceso a los presupuestos públicos como un asunto de justicia social. De esta forma, simples trabajadores haciéndose de la poca información a su alcance, electrificaron a toda la nación con sus denuncias sobre el pago a empleados fantasmas en el gobierno.

Otro ejemplo proviene de la pequeña ciudad de Maringá en Brasil. En esta ocasión, varios grupos profesionales se combinaron en el 2006 para crear una agrupación llamada Sociedad Éticamente Responsable (SER). Armonizando su entendimiento sobre diferentes áreas del saber, estos se dieron a la tarea de recabar y contrastar documentos públicos. Como resultado, no sólo no hubo más casos de corrupción en su municipio en los años siguientes, sino que en el presupuesto del 2009 el ayuntamiento cerró con ahorros millonarios. El escándalo político como instrumento de transformación social, no requiere ni siquiera de un gobierno transparente. Solamente necesita de ciudadanos dispuestos a quebrar las puertas del Estado, dejándolas abiertas a la entrada de la luz.