Pablo Casellas y el espectáculo de la justicia televisada

Justicia Social

En el día de ayer, Pablo Casellas Toro, acusado y convicto de haber asesinado a su esposa, Carmen Paredes, fue sentenciado a cumplir 109 años de cárcel. La convicción contiene 99 años por asesinato en primer grado, y 10 años por violación a la Ley de Armas de Puerto Rico. Lo más importante de la lectura de sentencia en el día de ayer, lo es el hecho de que dicha lectura fue televisada por todos los canales de televisión que comparecieron al evento. Para lograr esto, las cuatro asociaciones de periodistas que operan en el país, le solicitaron permiso al Tribunal Supremo de la isla, y este se lo concedió. Ahora bien, ¿Cuál es el valor simbólico de este hecho?

Realmente hablando la transmisión televisada de un juicio tiene un efecto inmediato en las arcas de dicha corporación de televisión. En esta medida, las cuatro organizaciones de periodistas, algunas de ellas de tipo gremial, actuaron aquí en función de los intereses corporativos de sus patronos. Estos lograron transmitir el momento final de un proceso judicial, que por su propia naturaleza causaba mucho atractivo a la audiencia, lo cual podría redundar en el pago de pautas por parte de los anunciantes. No me parece que este es el valor de la justicia, pero es uno que se impuso con mucha fuerza.

Lo que es más curioso es la selección de los casos a ser televisados. Desde la perspectiva de los periodistas se trataba del caso de Casellas-Paredes, pero no así el de Juanito Trucutú. En otras palabras, se necesita televisar el caso excepcional, para hacer noticia y vender pauta. Pero sólo los casos excepcionales son los que crean motivación en los periodistas, lo cual es discriminatorio contra miles de casos que son rutinarios y que no tienen ningún valor comercial que no sea socializar por vía de los sistemas mediáticos la pobreza de las partes.

Ahora bien, lejos de las motivaciones que de forma indirecta influenciaron la posición de los periodistas, se encuentra el valor social de la lectura de la sentencia en el día de ayer. En particular, porque para el pueblo común y compuesto por gente de a pie, se trató una primera exploración de lo duro que es la experiencia judicial para las miles de personas que pasan por dicha institución anualmente y que desea que experiencia judicial desaparezca en la sombra y el olvido. Mucha gente que deseaba ver a Pablo Casellas Toro en el banco del sufrimiento, se confrontó a sí mismo con la dura realidad de que la cárcel para Casellas es un ejercicio tan duro que ni ellos la quieren sostener.

En fin que transmitir por televisión el final del juicio de Pablo Casellas Toro tuvo la interesante consecuencia que socializó lo terrible de los procesos judiciales. Esto no tanto dirigido a un Pablo Casellas, sino como una invitación a defender a todos los pobres que pasan diariamente por los tribunales, y que nadie se compadece o se interesa por ellos.