Expuestos

Cultura

todos miran. miramos. hay una fascinación en el acto de ver, incluso no detenidamente, incluso hasta de reojo. lo importante es mirar, aunque sea distorsionado, aunque se vea una porción, aunque lo que vean los ojos sea una ilusión de esa realidad. de las tantas realidades que se convierten por cada mirada. todos miran en esta ciudad. no nos cansamos. ver, mirar, tan solo levemente, con el rabillo del ojo, con el centro del iris, con el párpado. mirar. [Cuerpos expuestos]

Cuerpos expuestos fue una propuesta artística que presenté el pasado año en la Galería Guatíbiri en Río Piedras con la intención de indagar mediante el performance el hecho de la presencia de un cuerpo que en su propia tragedia y en la escena del crimen es convertido en objeto de consumo público. Y cómo el cuerpo muerto, al igual que una obra de arte, se transforma en producto de exhibición.

Luego de unos meses de la presentación e insertada, en lo que me gusta pensar, es una especie de manifestación de universos paralelos, a través de mi participación en las redes sociales se ha avivado mi interés por la evidente exposición a la que nos entregamos. Sin embargo, esta vez desde la perspectiva de la “autogestión” exhibidora. Mientras que en Cuerpos expuestos la persona carece de control sobre la difusión a la que es sometida, ahora, sencillamente estar expuestos, es una decisión propia que se ha colectivizado. Nosotros queremos que nos vean, los otros quieren que los veamos, y de esta manera, hay un acuerdo ya no tan tácito en el que reciprocamos la fiel actitud de observar, que de por sí no es un acto pasivo, requiere una correspondencia cabal que no se limite a los ojos sino que tenga una respuesta tangible.

Asimismo, observadores y observados conforman un vínculo simbiótico en el que se alimentan entre sí, de una manera cada vez más descarnada, más aparentemente visible, si cabe. Aparentemente, porque me parece que entre tanta exhibición hay también mucho de ocultación y tergiversación. Solo dejamos ver lo que queramos que vean y de la forma que nos parece oportuno -asunto cada más impúdico que depende a su vez de cómo deseamos proyectarnos, mostrarnos, a los demás.

Lo que antes se dirimía en la privacidad, imágenes que eran compartidas con los más cercanos, sentimientos y emociones que eran abordados desde la soledad de una habitación, son actualmente “cosas”, los nuevos objetos de consumo masivo. Incluso, hay un quiebre total de la privacidad, del sentido de pertenencia propio, en otro aspecto, por lo que exhibirse ya no es únicamente un asunto individual sino sometido al juicio valorativo de nuestros congéneres: si alguien cree que es propicio hacer algo público que le compete solo a usted, no tendrá entonces (según esta nueva modalidad de intercambio comunicacional) por qué contar con su autorización: se publica y punto.

Ante esta proliferación de incesantes auto publicaciones me cuestiono sobre este fenómeno: todo parece indicar que de la misma manera que en el mercado capitalista se nos crean necesidades, en algún punto estas herramientas que al inicio podrían parecer una avanzada propuesta de comunicación se han convertido en los modernos generadores de necesidades. En el caso aludido, la necesidad de la mirada ajena, primero, y de ver, como respuesta (aunque podría ser lo segundo lo que genere la dinámica inicial) recordemos que este ciclo exige o espera retribución positiva; por lo que deseamos que nuestra proyección esté acorde con los parámetros de los demás. Nos colocamos voluntariamente bajo el juicio de los otros y queremos que nos salga bien.

Habría que pensar qué se gana, habría que pensar qué se pierde.

Crédito foto: hansvandenberg30, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (http://creativecommons.org/licenses/by/2.0/deed.es)