Las vistas del Cerro Maravilla, un momento de trascendencia en la TV boricua

Cultura


Celebro con mucho gusto los 60 años de la televisión puertorriqueña. Aunque siempre he sido un lector más que un televidente, mis momentos de infancia los marcaron programas como Dimensión Desconocida, Marcado (¡todo por una traición!), Los Intocables, Bonanza y Combate. Esto sin mencionar las transmisiones de comedia local y de deportes. Les rogaba infructuosamente a mis padres que me permitieran ver cinco minutos más del juego en pantalla.

Todavía soy aficionado de los deportes, y todo lo que sea noticia. Si me preguntan cuáles fueron los momentos televisivos que más cautivaron y hasta paralizaron a nuestro pueblo, digo sin pensarlo “las vistas sobre los acontecimientos acaecidos en el Cerro Maravilla”, transmitidas por el canal 7, propiedad entonces del inmortal hombre de medios que fue don Tommy Muñiz.

Los hechos, que crearon en el Pueblo una suspicacia no antes vista frente a su gobierno, comenzaron un 25 de julio de 1978 cuando la policía abatió a tiros a dos jóvenes radicales que habían sido llevados al remoto Cerro Maravilla por un agente encubierto. El plan, confeccionado por el mismo encubierto, quién proveyó los materiales explosivos, era volar una torre de transmisión que allí se encontraba. Eran los años de la Guerra Fría y nuestros funcionarios no perdían ninguna oportunidad para perseguir y diabolizar a los independentistas. Hubo en los 1960 y 70 supuestos actos terroristas que luego se supo los llevó a cabo la misma policía. Surgió de las vistas senatoriales que los dos jóvenes desarmados, golpeados salvajemente y de rodillas fueron baleados a sangre fría por un envalentonado grupo de policías. No fue hasta que sucesivas investigaciones periodísticas pusieron en entredicho la versión oficial de que la matanza fue en defensa propia que se abrieron las compuertas de la suspicacia de un Pueblo contra su gobierno. El entonces gobernador, el anexionista Carlos Romero Barceló, inicialmente felicitó a los matones por el presunto cumplimiento de su deber, pero se hizo cada vez más obvio que las pesquisas del gobierno no eran confiables dada las declaraciones contradictorias de fiscales y policías. Las vistas del Senado destaparon un patrón de encubrimiento. Debo decir que a Romero Barceló nunca se le pudo probar que personalmente encubriera los hechos ni que tuviese que ver con la planificación del incidente. Si bien es esto cierto pocos negarían que las vistas senatoriales fueron un factor por su derrota en las elecciones de 1984.

El investigador del Senado, un joven fiscal, llamado Héctor Rivera Cruz, quien luego fuera secretario de justicia bajo otro gobierno, cautivó a la teleaudiencia de costa a costa. Hizo famosa frases como “testigo, dígame si es o no cierto” y “déjame refrescarle la memoria”. Con su línea de interrogación se hacía evidente que no había verdad en las versiones oficiales de parte de los funcionarios y policías que deponían en las vistas. Yo era un jovenzuelo para cuando esas vistas, pero ya llevaba un tiempo como reportero de deportes en un periódico de la capital, y también cursaba unos cursos en la Universidad de Puerto Rico. Puedo decirles, que en cada facultad en un momento dado, aparecía un televisor en un pasillo para que los interesados (o sea todos nosotros), pudiésemos disfrutar del espectáculo de la Comisión de los Jurídico del Senado. Por la tarde y al anochecer no se hablaba de otra cosa. Este era el Watergate de Puerto Rico. Gracias a las vistas y a un nuevo gobierno, fueron sometidos a procesos penales y administrativos varios de los policías y fiscales implicados.