En honor a ti, Julia

Cultura

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Desde los más pequeños hasta los más grandes escribieron poemas para Julia o inspirados en su obra.

Una tambora en tiempo de merengue se mezcla con una guitarra que ultraja el corazón del bachatero. Entre cerveza y ron, risas y recibimientos cargados de la emoción de las Antillas, la vibra del Caribe se avivó, mientras llegaban, con maletas llenas de esperanza, a la vecina Quisqueya. Era otra oportunidad para celebrar a Julia de Burgos a través de sus letras, su vida y su sed por los saberes.

Se trata de la visita comunitaria y cultural a la Escuela del Cruce de Boca Chica, anteriormente denominada Unidos por Jubey, que celebró su tercera edición el pasado mes de marzo con un grupo de estudiantes de la Universidad de Puerto Rico (UPR).

“Es un país hermoso, rico, caliente y con muchas personas solidarias, buenas y sabrosas. Me sentí como en casa; es que tenemos tanto en común: somos hermanos. Sin duda, las experiencias allí vividas y la gente que conocí, marcaron mi vida, mi presente y mi futuro”, aseguró Mildred Candelario Rodríguez, estudiante doctoral del Departamento de Estudios Hispánicos del Recinto de Río Piedras, al recordar su visita a la tierra vecina.

Era su primera vez en la capital y se aseguró de pasear por su casco histórico, la Zona Colonial, para conocer el sinnúmero de sucesos que marcaron el desarrollo de la nación quisqueyana. Sin embargo, Mildred afirma que la experiencia transformadora radicó en la visita al centro educativo de Boca Chica.

“El poder interactuar, reír y compartir con todos me llenó de mucha satisfacción y dejó en mí una huella indeleble. Niños y jóvenes que, a pesar de las condiciones en las que viven y de las necesidades que tienen, se mostraron receptivos y muy interesados en aprender, seguir adelante y aportar a su entorno; actitud y deseos que se desprenden de los dibujos y de los poemas que escribieron como parte de las dinámicas que se dieron en los salones de clase”, manifestó.

Muy parecida fue la vivencia de la joven María I. McCormack, graduada de Psicología del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), quien admira el tesón de los niños y el gran conocimiento que poseen de su realidad caribeña.

“Llegué a la escuela con la idea de que iba a ayudar a una comunidad de estudiantes y al final fueron ellos y ellas los que terminaron ayudándome a mí. Pude entender que nosotros los puertorriqueños -y me incluyo-  sabemos muy poco de quiénes somos y de dónde vinimos, en cambio, los niños de tan sólo 6 o 7 años de nuestro país hermano saben la historia de su país y seguramente saben la de Puerto Rico mejor que muchos de nosotros”, dijo.

Al mismo tiempo, indica que “el poder tener la oportunidad de dar talleres de juegos dramáticos a esta escuela representó un reto positivo para mí. Aunque mi mentora de actuación de la universidad me dio las herramientas necesarias, estaba en mí el poder transmitir la información efectivamente a estos estudiantes”.

Para Laura A. Mattei Velázquez, egresada de Estudios Hispánicos en el RUM y, actualmente, estudiante de maestría en el programa de Administración y Gestión Cultural en Río Piedras, la visita fue un escalón superado en su etapa de formación.

“Ha sido una de las experiencias más enriquecedoras para el crecimiento de mi vida profesional y personal. El lugar donde se encuentra la escuela me impresionó por lo distanciado y lo árido, pero más me impresionó la calidad intelectual que tienen estos niños y adolescentes a pesar de las necesidades económicas que tienen”, acotó con la mirada llena de ilusión.




Las sonrisas fueron prueba de que el trabajo rindió frutos.

A la memoria de una boricua

Desde muy pequeñas, estas tres chicas sintieron el llamado de la poeta que se construyó a través de los versos, Julia de Burgos. Un gran camino de admiración y las ansias de compartir lo que sabían sobre su vida, las guió, y les dio fuerzas, para celebrarla con los niños de la Escuela del Cruce, en el marco del festejo de sus 100 años.

“Tener la oportunidad de divulgar mi amor por ella con niños y niñas de un país igual que el de nosotros, fue una experiencia única e indescriptible. Su vida estuvo llena de luchas y amor por su patria, y por ella misma. Fue muy grande poder llevar ese mensaje a niños y niñas que necesitan que les digan que, aunque a sus cortas edades sus vidas estén llenas de retos, como Julia, tienen la oportunidad de ser un agente de cambio positivo para su país y para el mundo”, aseguró María, quien, a través del ejercicio de juegos dramáticos, motivó a los niños a recrear escenas de la vida de la escritora y a representar sus poemas con mímicas.

Mientras tanto, Mildred, quien ideó talleres de lectura de poemas para luego dibujarlos, expresa que sintió mucho orgullo y que está “con el pecho inflado”, por celebrar, a través de dicha jornada, el centenario de la poeta oriunda de Carolina.

Por su parte, Laura, quien se siente identificada con la voz de Julia desde muy pequeña, agrega que “poder compartirla con mis hermanos del gran Caribe dominicano fue un gran honor. Ella es un gran ejemplo para estos niños por lo grandiosa que fue sin importar su condición de pobre y negra”.



Mildred Candelario revisa uno de los escritos de los estudiantes de quinto grado.



María I. McCormack es egresada de Psicología del RUM y pertenece al Proyecto Arte Escénico Colegial (PAEC), iniciativa de base comunitaria adscrita al Departamento de Humanidades del recinto mayagüezano.


De antillano a antillano

Como si fuera poco, más allá de la conmemoración, las alumnas reflexionaron sobre la gestión comunitaria, pues entienden que el compromiso debe mantenerse firme entre hermanos del mismo espacio geográfico.

“Muchas veces pensamos que llevarle materiales, ropa, zapatos y otros utensilios es lo más indispensable cuando se hace servicio comunitario. No obstante, el haber compartido mi conocimiento y haberlo recibido de vuelta, ha sido lo verdaderamente importante”, dijo Laura.

A su vez, Mildred entiende que “hay mucho por hacer, por compartir, por recibir, por enseñar, por desaprender y por aprender”.

Con eso como punto de partida, no cabe duda de que el compromiso que germina desde hace tres años en el vecino país, rendirá frutos con cada visita.

Entretanto, luego de revivir su experiencia, un calor de 84 grados las obliga a quejarse del Caribe, pero con la satisfacción viva de que lo defendieron, junto a Julia, con un abrazo que perdura de antillano a antillano.


 Nota: Todas las fotos fueron tomadas por Wilfredo J. Burgos Matos