Muerte y bloqueo

Cultura


Sentarse frente a la computadora, sabiendo que desde hace días las palabras parecen un punto inaccesible salvaguardadas en algún recóndito espacio es una tarea que implica su pizca de dolor. Y esto porque las manos acostumbradas a la no contención de la escritura sufren por el marasmo enflaquecido de la pérdida de su voz.

Insistir en escribir desde el silencio donde ningún trazo adivinatorio se ofrece como oráculo es persistir en cierta clase de supervivencia, aun a pesar de todo pronóstico que apunta que ha llegado el momento en que no tienes nada que decir. Ese lugar cercano a la sequía remite a otra dimensión: la realidad perenne de la muerte que se palpa siempre próxima, no solo por nuestra propia condición irrevocable de nula inmortalidad sino porque asumimos el luto que la señoría Muerte nos depara día a día. Ya sea porque la muerte nos toca de manera inmediata por lazos de familiaridad o porque hemos creado un vínculo de admiración y respeto hacia figuras públicas, lo cierto es que constantemente estamos lidiando con pérdidas.

Y en ese proceso se asocian indudablemente los sentimientos que acaecen luego de dicha pérdida con una necesidad de compartirlos. Para esto se han hecho clave las redes sociales que no únicamente permiten la rapidez en “reunirnos” a nosotros los dolientes sino la conducta masiva del duelo con sus respectivas reflexiones sobre la existencia.

Así como nos hacemos eco de alegrías y logros propios y ajenos, el encuentro cibernético propicia una unificación de hechos que se publican para crear una red de apoyo y solidaridad. Ante esto no solo la muerte construye este estado de fuerza de atracción sino todo aquello que constituya una privación, una ausencia. Cuántas veces he reclamado a viva voz el llamado bloqueo mental que tanto me aflige hoy. Y es que en esa dinámica de expresión para que te “oigan” (te lean) convive también el temor a pasar solos la pena o sencillamente una urgencia interior de ser escuchados. De esta manera, nos asumimos observadores muchas veces activos, responsivos, ante el dolor ajeno o común.

Entonces, nosotros los cibernautas hemos erigido otra forma de hacer frente a la tristeza, ahora de una manera masivamente compartida. Como la cita del escritor Milan Kundera “el hombre desdichado busca un consuelo en la amalgama de su pena con la pena del otro”.

Habrá que seguir cavilando sobre las ausencias manifestadas en la red y la acción responsiva. Por lo pronto algo pude escribir.

Fuente cita: www.proverbia.net

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