Si es cierto que la primera huelga en la historia ocurrió antes de Cristo, bajo el reinado de Ramsés III en Egipto, es indudable que la conciencia de reivindicación tomó acción desde los primeros tiempos. Así que llámese marcha, paro, piquete, huelga o desobediencia civil, la realidad es que la expresión de disconformidad y reclamos yace en las culturas como un ente siempre dispuesto a activarse.

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“…son tantas cosas bellas…”

A nuestra ínsula

y al que supo contar

de una manera tan genial y hermosa

que raya en lo absurdo.


Macondo es ese lugar excéntrico, extraño, increíble, extraordinario; presente en el imaginario colectivo de nuestro pueblo, incluso en los que no hayan leído la obra magistral que lo catapultó. El nombre, la idea o el concepto forma parte de nuestra cultura popular hasta el punto de que denominamos ´macondino´ a todo aquello que nos parece absurdo, incoherente, ilógico, disparatado o que no logramos comprender. Concretamente, a través de alusiones en los textos: La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba, La mala hora y en algunos cuentos de Los funerales de la Mamá Grande, tales como “La siesta del martes” y “Un día después del sábado”, los lectores nos acercamos a este espacio. No obstante, es en Cien años de soledad que completamos el rompecabezas, de modo que tenemos un cuadro completo de la´localidad´.

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Era una noche de jueves social en uno de los pueblos más frecuentados por la juventud universitaria, que compone el casco metropolitano borincano. Mientras caminaba por el asfalto machacado podía escuchar la canción Plástico de Willie Colón y Rubén Blades que retumbaba las bocinas de uno de los negocios aledaños, mas no le preste mucha atención. Entre medio de la algarabía acostumbrada, coincidí con una excompañera de la escuela secundaria que no veía desde aquel entonces. Luego de dar y recibir los cordiales saludos y haber contestado satisfactoriamente preguntas convencionales como: ¿Qué estás haciendo? ¿Cómo te va?, la conversación giró y se asentó hacia un interés compartido: el cine. Ella, había culminado sus estudios de grado hace un par de años atrás, pero ahora se hallaba tentada a incursionar en cualquier rama que estuviese ligada a la cinematografía. Sin embargo, antes de proveerle con alguna sugerencia, le pregunté por sus intereses primordiales y me contestó: “Irme pa’ Hollywood, pa’ hacerme de chavos.” A lo que respondí con una sonrisa sosa seguida por un gesto afirmativo que denotaba entendimiento pero no complicidad; el himno salsero de Blades y Colón, que había dejado de sonar para darle oportunidad a Marvin Santiago y su Estaca de guayacán, permaneció perforado en mi mente.

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altNo es cuestión de tener miedo. La estadidad es una opción política, que en referéndum político informal llevado a cabo en Puerto Rico en noviembre de 2012, el 61 por ciento de los votantes le votó a favor. Entonces, lo que sí vemos es que el pueblo está proclive a dicha opción, pues de alguna forma la ve como beneficiosa. Dicho esto, en el reciente informe presentado por la Oficina de Presupuesto del Congreso de los EE. UU. (GAO, por sus siglas en inglés), se estableció que la estadidad le costaría al Gobierno federal poco más de $5 mil millones de dólares en nuevos gastos en Puerto Rico. No obstante, el pueblo de Puerto Rico aportaría entre $2.5 mil millones a $4 mil millones en contribuciones. Es decir, la estadidad es autofinanciable. Esto nos hace pensar que por primera vez en nuestra historia los caminos entre la voluntad del pueblo y la voluntad de Washington no se encuentran tan distantes.

Ahora bien, ¿para los que no vemos en la estadidad una solución digna a los problemas de Puerto Rico, como nación y como pueblo caribeño, qué debemos hacer? Me parece que el primer punto de partida es reconocer que la estadidad de momento no es inviable. Por ende, hay que trabajar para educar al País en otras respuestas al problema del estatus colonial que no nos integren a Washington. De otra parte, la mejor estrategia, no desde el miedo, sino desde la astucia, es afirmar la cultura nacional como una identidad separada de los EE. UU., y que solo de forma separada puede sobrevivir.

En esta medida, hay que seguir consolidando un proyecto cultural de forma clara y diferenciada de los EE. UU. Con dicho proyecto cultural, debemos afirmar una nacionalidad y su urgencia de seguir creciendo sin fronteras jurídicas que establezca Washington.

El reciente evento del sepelio de José “Cheo” Feliciano es una apuesta a la defensa cultural del País. Es curioso, pero por más que exponentes de la salsa como Tito Nieves canten a veces en inglés, la salsa que vende, la que produce una identidad a defender, es la que se canta en español. Me parece que este ángulo, la defensa de la cultura como herramienta antiestadista, la descubrió en este fin de semana el Gobierno de Puerto Rico.

Crédito foto: Ricardo Mangual/Ricymar Photography, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (https://creativecommons.org/licenses/by/2.0/deed.es)

 

La Habana- Pese a ser las primeras tierras visitadas por europeos en sus viajes a América, las Antillas fueron muy tergiversadas en la cartografía colonial, divulgan investigadores españoles reunidos ayer en la habanera Casa de las Américas.

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