Un ‘celular’ o teléfono móvil no es un ‘celular’, y ya. No siempre un tabaco es un mero tabaco, el inconsciente engaña. También el mercado, ese gran espejo ondulado y líquido del inconsciente. El mundo de las comunicaciones sigue creciendo a velocidades insospechadas. Su capacidad creadora (y destructora) es voraz, como el hambre del capital. Con solo pensar en los aparatos que se anuncian todos los días para estar más ‘conectados’ e informados, nos atolondramos: iPads, iPhones, tablets, Kindle, laptops, teléfonos móvil (que son a la vez cámaras, de fotos y videos, grabadoras, máquinas de escribir y correo electrónico… )

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Desarrollar hábitos de cooperación es tarea diaria y constante. Inundados por la presión competitiva y de ganancia económica a toda costa, nuestros cuerpos se mueven al ritmo del Capital. El consumo es como el respiro, hábitos inconscientes que encarnamos de formas múltiples. El hábito hace al ciudadano consumista, todos los días y noches. Parte fundamental de la transformación social es el cambio de hábitos, y esto exige trabajo constante de re-entrenamiento.

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Son muchas, o al menos varias, las economías ignoradas en los discursos sobre ‘el mercado’.  El capitalocentrismo, la discusión única en torno al capitalismo, no reconoce otras formas de vida económica fuera del imaginario mercantil.  Ya sea a favor o en contra, desde estas perspectivas, toda relación económica está regida por el Capital, con mayúsculas. Sin embargo hay otras economías que muy poco, si algo, tienen que ver con ello.  Economías de la amistad, de pasiones, emociones, de solidaridades múltiples.  Desde la lógica mercantil, todo esto puede ser transformado en mercancía, en propiedad privada y de consumo, pero aun así hay dimensiones que son inaprehensibles por Mercado, ese otro ente que, junto al capital, forman las dos caras de un dios omnipresente y potente.

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¿Cómo se paga el cariño? Cuánto cuesta cuidar la vida: conseguir la comida y cocinarla, lavar la ropa y secarla, limpiar y organizar el hogar… Cuánto, conseguir las medicinas y elaborar distintos mecanismos de sanación para curar el cuerpo y las emociones.  Parecería algo burdo tratar de ponerle signo de dólares a estas actividades y trabajos del amor, pero, ¿cómo es que miles, millones de personas – la gran mayoría mujeres – hacen posible el trabajo monumental de la reproducción de la vida humana en toda su complejidad y no reciben ningún tipo de apoyo material más allá de lo que voluntariamente le de la persona que controla el presupuesto del hogar?

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Difícil escribir más sobre la importancia que tuvo y tiene en Cuba el desarrollo de la agricultura urbana. Hija del ‘periodo especial’ que ‘cayó’ sobre el pueblo cubano a partir del derrumbe de la Unión Soviética hace dos décadas, la agricultura urbana ha sido crucial en la manera en que los cubanos han ‘resuelto’. Llamada por algunos una revolución dentro de la revolución, la agricultura urbana en la Habana ha profundizado las nociones y prácticas de lo comunal-comunitario, la autogestión, la democratización de saberes y la alimentación.

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Convivir. Vivir con los demás. Vernos las caras, los cuerpos, sentirnos. Respirar juntos en un mismo territorio.  Compartir sentidos, movimientos, ruidos, olores. La ciudad es una encubadora de convivencia y creación.  Es el encuentro de todos los encuentros, el lugar de la reunión.  La concentración de personas y sus artefactos, junto a otros animales que le acompañan, y cuerpos de agua, árboles, aire, producen la heterogeneidad y la simultaneidad que caracteriza la vida urbana.  La ciudad es la partera del encuentro, del conflicto y el diálogo, del choque y el enamoramiento, de la asamblea.

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Es común, casi universal, preguntar, discutir y estudiar sobre cómo está ‘la economía’, pero pocos se preguntan sobre cómo está la gente.  Dirán algunos que es lo mismo, que si la ‘economía’ está bien la gente también, y si está mal, pues mal la gente. Pero esto no es tan sencillo y lógico como suena. Bien se sabe que desde hace décadas, y en muchos momentos a través de la historia, el crecimiento económico y el bienestar colectivo no van de la mano, si es que en algún momento estuvieron completamente ligados.  Sin embargo, aun se habla como si tal relación fuera obvia y natural.

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