El caribe en el exilio (Puerto Rico, Ediciones Coa, 1990).

A Jimmy, un panita.

Así era él, como todos los emigrantes que por alguna razón humana, habían venido a la metrópoli, en busca de un mejor ¨quién sabe¨.  Para él ya eran cuatro años desde que había partido de su tierra, en dirección de estas enormes fronteras.

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Ensayos para la terraza. 2008/2010

Esto de ser parte de las sociedades del presente es todo un fenómeno. En cualquier caso, porque como en la película Back to the future (parte I), nos permite vivir el presente a partir del pasado y comprendiendo el futuro. Pero más allá del cine, es algo real -estamos en el presente que, a su vez, es el futuro que siempre nos recuerda el pasado.

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Comúnmente, lo que se prohíbe es lo que resulta más tentador, y de una manera u otra, se pone en práctica lo censurado o se dice lo que no es debido. Nosotros los puertorriqueños tenemos esas ‘cositas’ que nos hacen únicos y diferentes a otros seres humanos y casi siempre el decirnos que no hagamos, tomemos o digamos algo, es una invitación a que sea realizado. El acto de identificar ciertas palabras como ‘malas’, hace que las utilicemos tal vez para resaltar algo u opinar sobre algún evento que pueda estar ocurriendo en la cotidianidad del día empujándonos a inmutarlas. En todo el planeta, ¿se puede contabilizar la cantidad dispersa de puertorriqueños? Somos muchos en realidad y tenemos una característica peculiar como la sazón al cocinar y también al menear las caderas cuando de un buen baile de salsa gorda se trata. También por ser revoltosos y por tener el magnífico arte de ir en contra de las reglas. Si no nos hacen algo que queremos, nos ‘encojonamos’ rapidito y ‘montamos trompa’. Sin embargo, si no hacemos lo que nos toca hacer, resolvemos todo diciendo que el mandato no fue ejecutado simplemente porque se nos ‘salió de los cojones’ el no hacerlo sin importar la presencia de un niño, un reverendo o nuestra madre. El punto es que resolvemos muchos de nuestros dilemas con un clásico vulgarismo o en palabras más simples, hablando malo.

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Lo curioso es que a su llegada, los primeros conquistadores de mi país se toparon con unos pobladores, a los que llamaron indios. Los indios, realmente hablando, seres humanos de nuestra región, tenían otros nombres para describir su identidad. Identidad que era, cuanto menos, distinta de los que llegaron.

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El africano vino sin invitación a mi país. En ningún momento se realizó una consulta en el río Congo, en el imperio de Mali, ni los reinos Basotho, Carabalí y tantos otros. Sacaron a las comunidades africanas a la fuerza de su tierra, y a la fuerza las trajeron a la nuestra.

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En una celda dos hombres conversan uno de ellos en congoja, mientras el otro parece burlarse. El primero, el Hombre,  lleva un pedazo de papel en las manos.

Hombre 2: (Se acerca) Y a ti,  qué te hicieron?

Hombre 1: No quiero hablar de eso.

Hombre 2: No si, nunca nadie quiere hablar de… ESO. ¿Te da penita?

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Es curioso que en la música popular de mi país, los compositores han dedicado muchas canciones a “la casa” (la finca, el terruño, la hacienda, etc.). Parece ser que la idea de la “casa” es emblemática. La casa, la casa, la casa. ¿Qué encierra la casa?

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