La alarma estaba sonando. El reloj marcaba las 5:15am. Apenas podía despertar. Miró al lado y su esposa no estaba. Se escuchaba el agua corriendo en el baño del cuarto. Hora de levantarse y prepararse una taza de café. Era la rutina diaria por los últimos 15 años desde que se casó y comenzó a trabajar.
Los niños aún estaban dormidos. Les daban un tiempo adicional antes de levantarlos para la escuela. El hábito de prepararse en la mañana cambió desde que comenzó la pandemia y se promulgó la primera Orden Ejecutiva. Un virus había trastocado la cotidianidad de la vida diaria, pero no el horario de salir de la cama.
Lejos quedaban el trajín y los congestionamientos de autos de la mañana. Cada uno trabajaba en lugares distintos, y las escuelas de los niños estaban distantes a los lugares de trabajo. Ahora todos realizaban las respectivas tareas en un mismo espacio: la casa. El hogar que solamente se utilizaba para comer en las tardes y dormir en las noches era el espacio vital de vida en esta nueva era.
Todos continuaban con las mismas costumbres adaptadas a un mundo transformado. Recordaba los comics de Superman de la niñez cuando hacían referencia al mundo bizarro paralelo al mundo real. Vivimos en dos mundos: uno real y otro virtual. Por primera vez descubre la realidad de la convivencia familiar. Todos se sentían extraños. Lo sorprende el desempeño de cada uno a todas las horas del día. Ya no hay mañanas, descansos de almuerzos, y salidas del trabajo o escuela, ni el congestionamiento vehicular de la tarde, solos las noches continuaban sin cambios. Un encierro obligado por un virus que no saben qué significa, solo que puede matar si no hay distanciamiento social o uso de mascarillas. Remembranzas de las películas de ficción.